viernes, 14 de mayo de 2010

El Detective Privado


En esta última entrega sobre el cine negro hablaré del elemento que considero más importante dentro del desarrollo de este género cinematográfico. 

Si el Halcón maltés es el punto de partida consensuado del período clásico del cine negro, el detective privado fue uno de sus iconos desde el primer instante. Con independencia del calificativo que recibiera –sabueso, conejo, investigador privado-, es un personaje cuyo prototipo procedía de la escuela literaria hard-boiled, de las novelas baratas que llenaban las páginas de Dime detective y Black Mask, revistas de detectives de principios de las década de los veinte en adelante. 
El protagonista habitual de los relatos de Dashiell Hammett, era un investigador bajito, reconcho y entrado en años, aunque al autor se le recuerda sobre todo por haber creado a Sam Spade. 
Para El Halcón maltés, Hammett recurrió generosamente a sus propias experiencias. La versión estrenada en 1941 y considerada por muchos el punto de inicio del periódo clásico del cine negro era la tercera adaptación de la Warner Bros. Fue un buen augurio que, como saque inicial del ciclo, la adaptación de John Huston fuera considerada inmediatamente y hasta nuestros días la versión definitiva. Adamás, la matizada interpretación de Humphrey Bogart fijó el estándar de todos los detectives subsiguientes. 
En su ensayo El simple arte de matar, Raymond Chandler, otro clásico de las novelas de bolsillo, ofrecía lo que se ha convertido en la descripción definitiva, anteriormente citada, del detective privado en el género de la ficción. Tras la curiosa metamorfosis de su personaje Philip Marlowe, que pasa a ser el Halcón en The Falcon Takes Over (1942) y un año más tarde se convierte en Mike Shayne en Time to Hill, las cuatro primeras novelas de Chandler y su héroe sin tacha ni temor se convirtieron en ingredientes básicos del cine negro de la década de los cuarenta. 


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