domingo, 18 de abril de 2010

La mujer en el cine negro

Aunque el cine negro tiene como protagonistas a muchas mujeres. La mayoría lo son junto a una figura masculina. De Perdición a El diablo de las armas, por muy dominante que sea la mujer, no hay historia sin una figura masculina de igual prominencia: sin un hombre que destruir no hay mujer fatal. Gilda (1946) y Nora Prentiss (1947) son artistas que dan nombre al título de dos filmes. A raíz de la construcción patriarcal del cine negro, podría afirmarse de manera simplista que con su talento son capaces de cautivar a un hombre pa

ra que actúe de forma autodestructiva. Pero esos mismos relatos demuestran que Gilda y Nora son, a la vez, víctimas de una sociedad que capacita y esclaviza a las mujeres sexualmente potentes.

Muchas de las protagonistas del cine negro son también víctimas. En Almas en suplicio (1945), The Damned Don’t Cry (1952) y Suden Fear (1952), Joan Crawford interpretaba a una mujer que lograba sobrevivir pese a sufrir infortunios y traiciones. 

Tanto Norah Larkin en La gardenia azul (Fritz Lang, 1953) como Wilma Tuttle en The Accused (1949) se defienden hiriendo de muerte a un depredador sexual y, pese a ser absueltas (Norah no mata a su agresor), la narración gira dramáticamente en torno a la sensación de desesperanza de la mujer. Además, ambas son rescatadas por hombres compasivos. En La gardenia azul, el profético travelling de Lang envuelve a Norah para sugerir que no es cpaz de salir adelante sin ayuda, que sólo un hombre puede rescatarla de un torbellino de fatalidades. Otras mujeres, como Paula Alquist en Luz que agoniza (1944) o Leslie Calvin en Aguas Turbias (1946), son presas del ataque psicológico debido a su perturbación emocional. Pero quizá el ejemplo más extremo sea el primer film noir de Joseph H. Lewis, My name is Julia Ross (1945), en el que la figura del título es drogada, secuestrada y forzada a asumir una nueva identidad.

Mentira latente (1952), adaptación de la novela de Cornell Woolrich I Married a Dead Man, presenta una perversa trama en la que una indigente recibe la oportunidad de suplantar a una joven y rica esposa. No obstante, el director Mitchell Leiden hace más hincapié en el melodrama que en el fatalismo.

A diferencia de Nora Prentiss o Gilda, o de Petey Brown, Lucia Harper (Almas desnudas, 1949) no actúa en un club nocturno ni tiene un pasado oscuro. Más bien lleva una cómoda vida en Balboa, California, junto a su esposo, sus hijos, su suegro, un ama de llaves y sus mascotas. Hasta que un gran problema llama a su puerta; su hija adolescente, Bea, se ha enamorado de un hombre mayor, Darby, que ha muerto. 

Lucia Harper - Joan Bennett, quien también interpretó a la mujer fatal de La mujer del cuadro y Perversidad (1945)  - es una mujer normal, sin glamour ni astucia. Un poco como las mujeres de Alma en suplicio o The Accused, la ironía de su situación no es su inocencia, sino que sus valores de clase media le impiden reflexionar antes de ocultar una muerte accidental. La decisión de Lucia de intentar proteger a su familia es un instinto maternal, perfectamente comprensible.

 

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